Manzanal del Puerto, los últimos peregrinos por la Cepeda.

 
Desde hace algunas décadas, las peregrinaciones a Santiago de Compostela están volviendo a recuperar cierta importancia. Sin embargo, en este renacimiento parece que haya comenzado una carrera contrarreloj con la única finalidad de que los peregrinos puedan ser reconducidos hacia unos lugares y establecimientos que permitan favorecer determinados intereses, entre los que no faltan, los económicos. Así es, aunque con ello se dejen de lado los caminos jacobeos más transitados en el pasado. 
 
En cualquier caso, las peregrinaciones por la Cepeda encauzaron durante siglos a la mayor parte de los peregrinos que se dirigían hacia Santiago de Compostela y ello ocasionó que tuvieran que convivir con diferentes periodos históricos y adaptarse a las circunstancias que exigía cada época. Por eso, uno de los últimos testimonios de peregrinos a su paso por la Cepeda nos lo han facilitado dos amigos de Manzanal del Puerto, ya que llegaron a conocer el tránsito de peregrinos por su localidad hace décadas.
 
Este pasado 5 de abril, pudimos conversar con Francisco Cabeza y Belarmino González en la localidad cepedana de Manzanal del Puerto. La visita, en principio breve, acabó convirtiéndose en una rica fuente de información gracias a su paciencia y amabilidad, ya que entre otras cosas, Francisco y Belarmino nos informaron como durante la década de los años cincuenta del siglo XX, los peregrinos aún transitaban por Manzanal del Puerto. No lo hacían en gran número, ya que a veces llegaba un solo peregrino hasta la localidad, otras dos... En verdad, eran pocos en número, pero de frecuencia casi diaria.
 
La descripción ofrecida por ellos me transportó al pasado. Me recordaron que aquellos peregrinos no eran como los de ahora, peregrinaban con el atuendo clásico de los peregrinos: bordones, conchas, sombreros, etc., y así siempre hasta que a comienzos de los años sesenta los desviaron de la ruta. Debieron infundirles un gran respeto: los recuerdan con barbas y de una edad relativamente avanzada. Sin duda, eran hombres cuajados, que por la dureza del camino y de la época ofrecían a los residentes en la localidad una imagen austera y de respeto. Era un tiempo en el que apenas se peregrinaba hacia Compostela porque las peregrinaciones estaban a la baja, sin embargo, la autenticidad con la que se emprendía la aventura jacobea hacía que aquellos peregrinos se identificaran hasta con el vestuario más clásico.
 
Sin duda, este claro recuerdo de nuestros amigos Francisco y Belarmino tiene un gran valor porque nos permite conocer como se vivían y sentían las peregrinaciones hasta mediados del pasado siglo, mientras que por otra parte, nos recuerdan que a partir de los años sesenta del siglo XX, los peregrinos fueron desviados de la localidad cepedana de Manzanal.
 
En último lugar, debe indicarse que desde que se "reimpulsó" el Camino en los años ochenta del pasado siglo, las nuevas hipótesis sobre posibles vías de peregrinación no han cesado y parece haber comenzado una carrera por "hacerse con una de ellas" para poder explotarla económicamente. Pero la documentación histórica desborda y se abre generosa hasta ofrecer infinidad de datos que confirman la extraordinaria importancia de la Cepeda en el Camino de Santiago. Sin duda, dicha documentación marca un punto de inflexión y deja sentenciadas a las "rutas pícaras" de cara al futuro. Se trata de una cuenta atrás que ha comenzado y que no tardará mucho tiempo en devolver a los peregrinos a las rutas tradicionales.